Juventud divino tesoro
"Je t'aime... moi non plus" de Jane Birkin y Serge Gainsbourg; “Samba pa ti” de Santana; “Noches de blanco satén” de los Procul Harum y algunas italianas como “Bella sin alma” de Richard Cocciante, o “De amor ya no se muere” de Gianni Bella eran las canciones que más recuerdo de aquella media hora de bailar “pegados” que siempre ponían en Las Cañas, el legendario baile-discoteca que había en la calle Anselm Clavé,de Sant Cugat, en aquellas tardes de domingo de la segunda mitad de los años 70.
No sabría decir con quien tuve el honor de bailar la primera vez, pero seguramente sería con alguna compañera de trabajo de la Anónima de Torcidos, una fábrica textil que hubo en Sant Cugat ubicada al final de la carretera de Cerdanyola, justo al lado de la antigua Condiesel, hoy Delphi.
Para nosotros, adolescentes en las postrimerías del franquismo, lacrados y reprimidos por la escuela, la iglesia, la familia y la sociedad, el poder bailar con una chica era nuestro principal objetivo. Era muy emocionante poder estar tan cerca, aspirar su perfume, posar las manos en la cintura- como en la canción de Ádamo-, notar las caricias de su pelo contra las mejillas, hablarle al oído…
El rato que duraba la música “lenta” se nos hacía muy corto, tanto si conseguías bailar como si no. Si conseguías bailar con alguna chica ya podías estar contento, y si además repetía se podía considerar una buena señal de cara al futuro, aunque no siempre acertabas, porque había ocasiones en que incluso te usaban para dar celos a otro que era realmente quien les interesaba que moviera ficha, aunque estoy seguro de que algunos de nosotros también utilizábamos el mismo sistema.
Había chicas que de vez en cuando bailaban por cortesía; otras bailaban sólo con los chicos que realmente les gustaban o les interesaban; y algunas nunca lo hacían. Así que nunca sabías, a no ser que fuera muy explícito, por qué una muchacha de aquellas accedía a bailar contigo.
En los minutos que duraba una canción te lo jugabas todo; en aquel corto espacio de tiempo tenías que presentar tu “candidatura”. Si se acababa la canción y ella se marchaba pues estaba claro que no tenías nada que hacer; si por el contrario bailaba más de una pieza se podía interpretar una buena señal de cara al futuro, aunque nunca se podía afirmar rotundamente que mucho bailar acabara en ligar. No era una ecuación perfecta, de ahí que fuera muy emocionante, nunca sabías si iba a salir cara o iba a salir cruz.
Las Cañas formó parte de la juventud santcugatense durante una buena época; junto con otras discotecas de la comarca como el Dragón Rojo y el Salón Rigat, de Cerdanyola,o el Strada o el Madison de Rubí, era una referencia a la hora de mover el esqueleto los domingos por la tarde. Acudía gente de Rubí, de Cerdanyola, de Ripollet, de Terrassa, de Sabadell… y en más de una ocasión se liaba parda.
Era la época de las melenas, los pantalones acampanados y los zapatos con plataforma, y la mayoría ya estábamos metidos en el mundo laboral, principalmente en fábricas y en talleres, pero cuando llegaba el domingo nos entraba la Fiebre del Sábado Noche, aunque en este caso, era los domingos por la tarde.